viernes, 22 de octubre de 2010

Ayer no fue mi día

De nuevo vuelve el papel a vibrar, de nuevo quemo la pluma. Y una vez más, el incesante y regular goteo de olor a tinta chamuscada, forma letras en el suelo, y palabras en mi nuca.

Sigo sentado en mi cuarto, contemplando el cenicero que hace meses rebosara de inquietud y desvelo, ahora vacío de las colillas de mis demonios. Si tuerzo la vista, me saluda un posavasos, pidiéndo a gritos su taza de café diaria, aquella que me ayudaba a mirar más allá de la tapia de enfrente de mi casa. Aquella que, hace meses, dejara de tomar.

Realmente la recuerdo con nostalgia. Esa taza de café, día a día me ayudó a olvidarla. La soledad, cuando convive con uno mismo, se convierte en una fanfarria de circo tronando a cada rato, haciendo de su estridencia un post-it gigante sobre tu frente. Pero no, ese café disparó tantas veces a la cabeza de Soledad, que conseguí desplomarla a golpe de pluma y folio.

Siempre pensé que el amor es como una o varias dagas. Si te enamoras, la otra persona te las va clavando dulcemente en el alma, muy suave, muy lento. Y siempre hay un punto o dos de tu película en que esas dagas vibran, se mueven, se retuercen. Como si quisieran salir, pero sin llegar a hacerlo. El amor nace para morir. Porque no dura, sino se mantiene vivo. Lo mantenemos vivo.

Es por ello que el tiempo es tan importante. Los recuerdos los marcan los hechos, pero las historias las marca el tiempo. Cada momento huele. El tiempo huele. Antes, caminar por un parque de césped recién cortado, me hacía estremecer de dolor. Pero sólo me ocurría a mi. Contemplar, por tanto, a los niños correteando con los perros y la pelota alegremente, era como el corrillo de la pelea donde uno sale perdiendo y sólo gana mofas y burla. Algo realmente sádico.

Ahora sin embargo, ese olor no es fétido sino perfume. No me hace cruzar de acera sino detenerme, sentarme, encender un cigarro y sonreír. Qué pequeños eramos todos. Uno no ve lo pequeño que es hasta que crece. Pero uno siempre crece, y casi nunca se ve.

Ya no le pregunto nada al papel. Ya no me imagino su respuesta, ya no me la invento. Ahora lo sé. Ahora, cuando duermo pido deseos, sueño de verdad. Porque ya no sueño, ahora tengo sueños. Cuando me tiendo boca arriba en la cama, no puedo dormir. Sólo caigo rendido si me giro, inspiro, huelo el colchón, y acaricio su tejido.

Porque la recuerdo horas antes, porque necesito estar con ella y esa sensación me ayuda. Porque se que aunque sea sin querer y de vez en cuando, estoy en su cabeza antes de dormir. Porque estoy convencido de que esos ojos cambian de color cuando me miran. Se hacen más grandes. Sé que el resto de personas sólo los ven azules. Yo en cambio, veo el mar en ellos. Veo esas mañanas en que bajamos a la playa, nos tumbamos en la arena sin toalla, nos abrazamos, y no dijimos nada. Veo las olas, que me traen un olor fresco.

Ya no puedo dejar caer un dedo por su nuca, sin que mi otra mano se aferre a sus caderas. Porque quiero que el tiempo no se pare, pero siga oliendo a ella mucho más tiempo.

Me
quiero despertar con ella siempre, y dejar de preguntarme si el tiempo se va, se escapa, o simplemente pasa. Ya no me muerdo las uñas, ni grito en silencio. Mi armario ya no tiene puñetazos. Porque ahora no se huele a césped, ni a mi colonia de salir a quemar la noche.

Ahora el tiempo
huele a ella. Es lo que me impregna si hundo mi cabeza en una de mis sudaderas. O mi cajón, cuando lo abro y veo su ropa.

Porque las cosas han dejado de ser lo que eran, para ser lo que parecían. Porque ya me levanté de mi asiento en el puerto de aquel amanecer, efectivamente, lleno de raíces. Ya le sequé las lágrimas que yo pinté. Ya se hundió en mi pecho antes de que yo también llorara como un niño. Ya le grité todo lo que le he escrito.

Ya le dije todo con un beso. Ya le quité una venda dentro de un cuarto lleno de velas. Ya le canté, le compuse, le bailé... Y hasta se lo dibujé bien grande. Ahora, tan cerca está que si cierro los ojos y extiendo mi mano, la suya la acaricia.

Porque ella ya sabe de todo esto, pero sé que sonríe si lo lee.
Porque ese, sigue siendo su lado de la cama.
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Hoy no ha sido para nada mi día. Llevo una semana ajetreada, estudiando por partida doble, haciendo cabriolas para compajinarlo todo. Hay muchas cosas en mi cabeza. Pero de esas que hace unos meses pense que sólo tendrían en mente los adultos aburridos...

Sin apenas tiempo para respirar y ver a mi chica, pensé que anoche, actualizar mi estado del msn sería lo más parecido a sacarlo fuera que haría. Pero todavía quedaban unas líneas que escupir.

Al menos me queda la reflexión de que ahora, cuando paso revista, me disfrazo de lineal para no deslumbrar con mi sonrisa.

Hasta otra =)
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