Hoy se me olvidó la clave de mi cuenta

Sí, amigos. Hoy fué uno de esos días que nos llega tarde o temprano a todos, en el que perdemos la clave de acceso a alguna de nuestras cuentas. Ese momento es algo normal, algo para recordar y reírse de sí mismo y de la capacidad del ser humano para resultar, a través de un tonto lapsus, alguien verdaderamente estúpido (en el mejor de los sentidos).

Pongamos que uno pierde la clave de acceso al msn. Bien, perderíamos unos cuantos contactos, algunos mails importantes, y el que más se apegue al programa, un par de códigos de nicks en coloritos chulos para el msn plus.

Digamos que, por el contrario, uno pierde la clave de una de las redes sociales a las que esté suscrito. En el peor de los casos, perderíamos fotos, grupos a los que sigamos... En fin, poco mas.

Hablando ya de casos importantes, imaginemos que uno pierde la clave... del banco, por ejemplo. Oh, tediosa putada. En este caso, personarse en una oficina y gestionar un par de movimientos deberían ser suficiente para incluso no perder absolutamente nada.

Sin embargo, tuve muchísima más suerte que los casos anteriormente mencionados. La clave que yo perdí corresponde a un programa poco eficaz y apenas conocido por la minoría de los de mi gremio (informáticos, o intentos de). Este programa sólamente tiene una utilidad, y es crear un catálogo de artículos. Sin más.

Como algún mamón borró el historial, las cookies y demás en mi ordenador de clase, mi PC no recuerda mis datos. Y como el programa es una mierda, el sistema de recuperación de clave no funciona. Hasta aquí, nada grave.

Sucede que la única persona que puede hacerme entonces recuperar mi clave, y con ello horas y horas de trabajo empleadas en ese que es (era) mi trabajo de fin de curso, es mi profesor, Todopoderoso, Alabadosea. Amén.
[Hagamos flashback]

YO: César, tengo un pequeño problema con la tienda virtual (aplicacion de la que hablaba antes)
PROFESOR (César): Dime
- Ehm... No puedo acceder a ella.
- Y eso?
- No me deja
- Y eso?
- Si lo supiera ya habría entrado.
- Entonces?
- No... No... (trago saliva y redirijo mis cojones a su sitio)
- No recuerdo la clave de acceso.
- Aaah, bueno. Entonces está claro.
- El qué está claro?
- Pues que la has perdido.
- La clave? Ya, te lo acabo de decir...
- No, la evaluación.
- ¿...?

En efecto, señores. Para mi profesor, perder la clave de acceso a una mierda de programa supone una falta de seriedad y responsabilidad tales que para pagar mi falta necesito suspender la evaluación.

Digamos que llevaba un 80% del trabajo hecho. Digamos que hoy lo iba a acabar. Digamos que un gordo me jodió la mañana.

El resto de la conversación tiene (menos) importancia, ya que los razonamientos y premisas me los hizo meter por el culo de canto y perfil, uno a uno, alternativamente. ¿Solución que me propone? Empezar de cero.

Lo he intentado todo, trazar un plan para picharle el coche (vive a bastantes kilómetros desde el centro), coaccionar al de la cantina para que no le sirva su abundante almuerzo, e incluso levantar algo muy pesado para lanzarlo contra él. Todo, antes que empezar de cero el maldito trabajo.

Vamos, me estás diciendo, que si pierdo mi DNI, pago 40 € y tengo otro. Si pierdo mi tarjeta del banco, la anulan y me dan otra. Si pierdo mi móvil, puedo llamar a la compañia para que lo anulen tambien... Pero, ¿Si pierdo la clave de un puto programa pierdo una asignatura?

Esto me plantea un interrogante: El otro día estuve a punto de dejarme las llaves de casa olvidadas en el bus... Si las hubiera perdido, ¿mi madre me habría cosido la cara a cebollazos con la madera de partir paletillas?

En fin... Al final, tendré que empezar el trabajo de cero. Esto hace resonar la conclusión del día en mi cabeza:

A quien madruga, le dan por culo más tiempo. Mientras tanto, dios... se limita a mirar con su lupita, a ver si con suerte, también te quema el cogote desde ahí arriba.
Imagen: Logotipo del programa de mierda que me lleva la cabeza loca hoy
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Pese a todo, hoy fue un muy buen día.
Menos mal que una de esas pocas personas que hay al otro lado de mi pantalla, leyendo estas líneas, sabe cómo levantarme las comisuras sin apenas chasquear los dedos.

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